Carta a Eduardo
Contigo Eduardo, parece que se cumple la maldición de los hijos medianos a los que nadie parece prestar atención: no consigo encontrar tu carta. He buscado por cajones, archivos de ordenador y diskettes antiguos y no la encuentro. Me dicen que te escriba otra carta, pero yo me niego, porque no sería la original. Así que sólo te voy a escribir unas líneas que luego sustituiré por tu carta cuando la encuentre –que la encontraré.
Hay dos características en ti, Eduardo, que admiro profundamente y que me alegran de ti. La primera es tu compromiso absoluto con la verdad. Desde muy pequeño nos decías siempre la verdad, aunque eso te pudiera acarrear algún castigo, y exiges esa misma sinceridad a todo el mundo. Recuerdo la rabia con la que te quejabas amargamente de algún compañero o compañera del colegio por sus mentiras “¡es una mentirosa”! y en tu boca sonaba como el más horrible de los delitos.
El segundo de tus rasgos es tu concepto de la amistad, que también es absoluto. Cuando te reñíamos por haberte metido en una pelea en el colegio, tú nos dabas una explicación que lo aclaraba todo “es que le estaban pegando a un amigo”. Y para ti no había más que decir ni más que pensar; si había un amigo de por medio, tú te metías de cabeza y sin preguntar. Y en lo último que pensabas era en tí mismo, como cuando te pegaste con unos chicos cinco años mayores que tú por defender a tu amiga Cristina. Sabes que no podemos aceptar ni permitir que te pegues, pero sí que admiro tu concepto de la amistad. Ahora, afortunadamente, ya casi no te metes en peleas, pero sigues siendo amigo de tus amigos con todas las consecuencias.
Por último hay una característica tuya que nos trae un poco de cráneo, y es tu cabezonería. No conozco a ningún niño que piense tanto las cosas y las analice con tanta intensidad como tú. Por eso mismo, porque piensas mucho las cosas, resulta extraordinariamente difícil convencerte de algo, y mucho más difícil conseguir que hagas algo de lo que no estás convencido. Esta es nuestra pequeña cruz contigo, pero como piensas mucho las cosas, creo que te darás cuenta que aquello que te obligamos a hacer, es por tu bien.
De las chicas mejor no hablamos, porque si ahora ya te gustan todas, no quiero ni pensar en la pre-adolescencia que nos vas a dar.
De todas formas, la vida contigo y tus hermanos es una aventura maravillosa que tus padres estamos encantados de compartir y en la que nos hacéis enormemente felices. Edu, un beso enorme.
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